Partido Revolucionario de los Trabajadores
Por la Revolución Obrera, Latinoamericana y Socialista "El deber de todo revolucionario es hacer la revolución" (Ernesto Guevara)

Imprime esta página - Tamaño de texto + / - Editorial - Agosto - Octubre 2013

EDITORIAL

Después del revés político recibido en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (P.A.S.O.), el gobierno nacional se vio envuelto en varios problemas políticos y económicos aún sin solución: rescatar los votos perdidos, recuperar la credibilidad y la confianza obtenidas del electorado en las anteriores elecciones, conseguir dinero fresco (dólares) para reponer las reservas deterioradas, reestablecer las relaciones con los organismos de crédito internacional, resolver la acuciante situación económica devenida de la creciente inflación y el deterioro de los salarios y, como si fuera poco, mantener bajo control no sólo la situación social de descontento, sino la propia fuerza política apabullada por la derrota aplastante en las elecciones.

En los últimos días se anunció el préstamo de 3.000 millones de dólares que el Banco Mundial le otorgará a Argentina, para "invertir" en salud, educación y desarrollo rural… Pero poco estruendo se hizo desde el oficialismo con el acuerdo logrado con una de las dependencias del Banco Mundial, el CIADI (Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones), por el cual el gobierno se compromete a pagar 500 millones de dólares para detener los juicios ya perdidos con cinco empresas: Azurix (que brindaba agua potable y cloacas a la provincia de Buenos Aires); Blue Ridge (gas); Vivendi (Aguas del Aconquija, Tucumán); National Grid (ex socia de Transener, empresa que brinda servicios de transporte de energía eléctrica de alta tensión en el país) y Continental Casualty Company (ex socia de CNA ART, con Letras del Tesoro en dólares pesificadas). El acuerdo incluye la entrega de Boden 2015 para el pago del capital con una quita del 15% en el monto original de la sentencia, la entrega de Bonar 2017 por los intereses atrasados con una quita del 45% del total adeudado, el compromiso de reinvertir en BAADE (bono del Tesoro argentino destinado exclusivamente a la financiación de proyectos de inversión pública en sectores estratégicos, infraestructura e hidrocarburos contenidos en la Ley 26.860, como centrales energéticas e YPF) el 10% del monto original del reclamo y la finalización de todas las demandas judiciales y costas, lo que se dice una "pichincha" (léase un chantaje) del Banco Mundial, y la adquisición de más deuda a futuro que, por supuesto, pagaremos todos. Si algo sabemos con creces es que el Banco Mundial no se ha caracterizado nunca por generoso, sino precisamente por lo contrario, usurero del mundo y accionista del poder del imperialismo. En la "década ganada" la que más ganó es la burguesía. No se pueden comparar las migajas de una asignación universal por hijo con las ganancias escandalosas de las empresas "nacionales" y multinacionales. Hacer el recorte de la realidad especialmente para captar votantes y sólo ponerles por delante un par de zanahorias de bajo costo como carnada, sin siquiera mencionar cuánto han ganado los poderosos es, como mínimo, deshonesto. Y está por verse en qué invertirá el estado los 3.000 millones de dólares que tan generosamente está dispuesto a prestar el Banco Mundial, si se invertirán para favorecer el desarrollo de la salud, la educación y los emprendimientos rurales como prometen o irá a parar al gran bolsón del pago de la deuda con los organismos internacionales, como ha sido siempre: un asiento contable.

Y son, justamente, esa deshonestidad, esa sensación de estafa y de desilusión las que emergieron en los resultados de las urnas. Nadie cree ya que el gobierno esté beneficiando a las capas populares, porque no se trata de discursos, sino de una materialidad palpable a la hora de parar la olla.

El oficialismo no perdió porque el pueblo en su conjunto se volvió gorila, sino porque el gobierno subestimó la inteligencia de sus seguidores, creyendo que con agitadas palabras se convence a los incautos. Es posible que muchos no sepan cuánto se les paga a los organismo internacionales de crédito o de cuánto es el déficit o cuántas son las reservas que se evaporaron del Banco Central, pero aquellos que vendemos nuestra fuerza de trabajo sabemos perfectamente que hay mucho ruido y pocas nueces, especialmente en nuestros platos. Eso fue lo que el oficialismo subestimó, nuestra percepción clara de la realidad.

El desempleo creció (aunque no lo declare el INDEC) un 7,6% en el último semestre y no es necesario que el energúmeno de Moreno o el falaz Aníbal Fernandez nos salgan al cruce con desmentidas: al desempleo lo vemos en nuestros hijos que no consiguen trabajo, en nosotros mismos que no encontramos una manera digna de ganarnos el pan. El desempleo no es una "sensación", sino un hecho que se palpa en las largas filas de personas que intentamos quedarnos con un solo puesto de trabajo ofrecido y donde solamente uno de nosotros será tomado, mientras el resto regresará desconsolado a su casa nuevamente con las manos vacías… También ha aumentado la subocupación de personas que trabajan menos de 35 horas semanales, que llega al 9,0% de las personas económicamente activas, quienes sumadas al 7.6 % de desempleados llegan a una cifra de 2.800.000 personas con serios problemas de subsistencia.

Tampoco es una "sensación" el tope en los salarios, como tampoco lo fue el manotazo gubernamental a nuestros sueldos a través del Impuesto a las Ganancias, un impuesto pensado para patrones, pero extendido al producto de nuestro sudor impunemente. Por más que rápidamente después de las PASO el gobierno saliera a poner el parche de subir el mínimo imponible, más de uno se preguntó y se pregunta ¿Por qué no lo hicieron antes? ¿Tanta era la soberbia que los llevó a creer que nos tenían a todos de rehenes de manera eterna, que ni siquiera se pusieron a pensar cómo dejar de esquilmarnos, aunque más no sea para mantener a sus votantes? Y a medida que avanzamos en nuestro análisis dos constantes se mantienen: la soberbia del gobierno que le impide, aún hoy, evaluar nuestra capacidad de pensar por nosotros mismos y expresarnos, y el despegue completo de la realidad para evaluar que el 54% no era una cifra mágica que expresara un electorado petrificado incapaz de cambiar. Los aplastó el síndrome de la vaca atada. Tarde llegó el cambio, cuando ya ni recuperar el total de los salarios, las horas extras o los aguinaldos conforman al sector de trabajadores en actividad que son presas igualmente de la inflación y vociferan su hartazgo expresado en las urnas.

Por su parte, la Unión Industrial Argentina se ha reunido con el gobierno por la caída en la rentabilidad. Buscan solución a SU problema, están preocupados porque su tasa de ganancia no puede mantenerse por la caída de las ventas y el aumento del dólar azul. Hay que leer bien ese tipo de reuniones: vienen por nosotros, porque cada vez que han bajado sus ganancias la variable de ajuste son los salarios y los puestos de trabajo. Estos impunes no consideran que su sociedad con la burguesía imperialista los tira para atrás, como consecuencia de la crisis del sistema, como en el resto del mundo, sino que consideran que deben mantenerse como antes, como siempre, ganando más a costa de cualquiera de nosotros, como si vivieran en Disnylandia. Fueron a pedir recortes, mayor flexibilización en las leyes laborales, condiciones que les permitan mantenerse como hasta ahora, sin perder un solo peso, cueste a quien le cueste. Y, tal como sucede con los pagos internacionales del gobierno, también cualquier medida que "proteja" a la UIA -otrora aliados incondicionales, "señores" de cuello blanco-, será cargada a nuestra cuenta para que los pagadores seamos los asalariados. No se puede ser "nacional y popular" y al mismo tiempo beneficiar a la burguesía internacional como la Barrick Gold, Monsanto o Chevron y mantener contenta a la burguesía local, mientras los trabajadores retrocedemos sin pausa y con prisa…

La desesperación por la entrada de dólares frescos llevó al gobierno a prorrogar el período de "blanqueo" de capitales que ya es un fracaso estrepitoso pues sólo se logró un 10% de lo previsto para recaudar: pensaban recaudar 4.000 millones de dólares pero sólo entraron 379 millones. Y también en esta medida quedan al descubierto las divergencias internas: mientras el titular de la AFIP, Echegaray, aconsejaba no extenderlo, la presidente decidió lo contrario siguiendo los consejos del iluminado Guillermo Moreno quien viene errándole a todos sus pronósticos: de su promovida tarjeta popular "Supercard" sólo 400 fueron activadas y la mitad de ellas ni siquiera fueron usadas una sola vez. La Supercard va en el mismo camino que el blanqueo: otro chasco.

Y así, furcio tras furcio, pasó el tiempo dejándole lugar a las PASO. Y tras el resultado que llevaba en su entraña el cuestionamiento a las medidas políticas del gobierno, no se hicieron esperar nuevos anuncios que contradicen, aún más si es posible, el pretendido carácter de nacional y popular del oficialismo: la propuesta del "progre" Insaurralde de bajar la imputabilidad de los menores. Y si hasta ahí el debate interno los tenía arremetiendo unos contra otros en las fuerzas oficialistas, esta propuesta fue como echarle un fósforo a un mar de nafta. De repente, el candidato de la casa rosada estaba proponiendo lo mismo que sus "opositores", el otro impresentable de De Narváez o la cada día más ridícula Carrió, que no se esmeran en ocultar su carácter reaccionario. La desesperación por la pérdida de votos llevó al oficialismo salir a captar a los votantes más conservadores, ya capitalizados por el ucedeísta Massa, devenido en nueva figura presidenciable para el 2015. La interna peronista, recalentada por el apoyo de muchos intendentes al "nuevo candidato" Massa, si ya era confusa, se tornó directa y totalmente turbia. Los "peronistas de Perón y Evita" no saben a qué atenerse: el abanico de ofertas políticas demostró que los candidatos no tiene diferencias entre sí y no se les cae una idea ni en broma para resolver nada por fuera de la represión. En vez de ir al hueso de la problemática de los menores sin posibilidades de inserción social, sin educación ni trabajo, todos pretenden ir por sus cabezas y lo único que se les ocurre es ampliar las cárceles y la penalización, un verdadero disparate. Es que el oficialismo, para justificar su derrota, cayó en análisis más que subjetivos, evaluando "sensaciones": "sensación" de inseguridad, "sensación" de inflación, "sensación" de bajos salarios, etc. Y ya que no pudieron resolver la "sensación" de inflación y trataron de disminuir la "sensación" de los bajos salarios con la suba del mínimo imponible de ganancias, sólo les faltaba proponer algo, cualquier cosa, que achicara la "sensación" de inseguridad… Por eso no tuvieron mejor idea que decir lo mismo que los Macri, Massa, Carrió, De Narváez y siguen las firmas. Pero, todo demasiado tarde. El boomerang no se hizo esperar: hasta públicamente saltaban voces disidentes dentro del propio oficialismo y el tibio Scioli tuvo que aclarar que eran diferencias de "matices", algo que remarcamos: en realidad dijo la verdad, todos son iguales y sólo los separan minúsculos matices: unos reprimen con pequeñas dosis de vaselina y los otros pretenden hacerlo sin anestesia. Cuando el carapintada Secretario de Seguridad, Sergio Berni, dice lo mismo que el candidato tildado como "de la derecha", Sergio Massa, no hay demasiados matices que los diferencien, sino simplemente cuestiones temporales de posicionamientos y oportunidades.

Pero la "sensación" de inseguridad siguió siendo tema central de todas las batidas de parches de los medios burgueses y sus supuestos analistas politólogos y candidatos "opositores". Al clamor de más seguridad, el gobierno respondió con el despliegue de miles de gendarmes y prefectos en las principales ciudades del interior, zona sur de Capital Federal y Provincia de Buenos Aires. Sin embargo fue un ex prefecto integrante del grupo de élite "Albatros" el asesino que conmueve a la opinión pública por el asesinato de una joven de 19 años, Araceli Giselle Castro, y otros tres asesinatos más en investigación.

Y a la "sensación" de la carencia de viviendas dignas, ante la toma de tierras en Río Gallegos, también el gobierno respondió con uniformados. El genocida Milani, nombrado por la Presidente como Jefe del Ejército, violando toda ley vigente, delegó el mando de su fuerza en el Secretario de Seguridad Sergio Berni (un secretario político y no un miembro de la fuerza), quien desplegó unidades del Ejército, Gendarmería Nacional y Prefectura Naval en las tierras ocupadas, acordonando el lugar para impedir más ingresos. Este hecho, gravísimo como antecedente porque viola las leyes de Seguridad Interior y de Defensa, muestra cómo el gobierno pretende combatir ciertas "sensaciones" que, en realidad, son necesidades insatisfechas de los más pobres por lo cual se acrecientan los conflictos sociales. La política de "operativos conjuntos" es algo que conocemos bien de las épocas de la dictadura y ésta es la punta de un iceberg que da lugar no sólo a su repetición, sino a su profundización. Y es el carapintada Berni quien sostuvo que el gobierno es "implacable con los delincuentes" y se los persigue "hasta abajo de la cama, con la Constitución en una mano y el Código Penal en la otra". ¿Qué otra cosa se puede esperar de un milico devenido en político? Porque sólo los trabajadores y los pobres son pasibles de ser considerados delincuentes, mientras los verdaderos, los que se roban todo y delinquen con guante blanco gozan de buena salud, libertad, cárcel domiciliaria o, lisa y llanamente, son sobreseídos.

De la inseguridad del funcionamiento deteriorado de los hospitales públicos, de las escuelas hechas pedazos, del transporte público, de la lentitud de la justicia burguesa, de la falta de control en la seguridad del trabajo en las empresas privadas por parte del Ministerio de Trabajo, NADIE habla. Hace pocos días un obrero molinero, Luis Berri, falleció en Pilar enterrado debajo de porotos de soja que lo aplastaron en la fábrica G.E.P.S.A adentro de un silo y si se llegó a ese extremo lamentable, fue porque el Ministerio de Trabajo está sólo para arbitrar conflictos cuando se plantean, pero no aparece ni para prevenir ni para exigir la protección de los trabajadores como le corresponde a su función.

Y donde los conflictos pueden acrecentarse, como en Caleta Olivia donde trabajan los petroleros, se hacen acuerdos Nación-Provincia para el asentamiento de más fuerzas conjuntas. El Ministro de Seguridad Puricelli firmó convenios para asentar a Gendarmería y Policía Federal en esa ciudad. Tal acuerdo incluye hasta la construcción de viviendas para los efectivos. Así, con el argumento de terminar con la "sensación" de inseguridad se va militarizando todo el territorio de la nación sin pausa y con prisa para reprimir cualquier conflicto que, dada la situación económica, es totalmente previsible. Paso a paso se fascistizan las decisiones políticas del gobierno dejando atrás su cacareada política de defensa de los derechos humanos, todo esto con el silencio cómplice y ominoso de numerosos organismos de derechos humanos que hace rato abandonaron sus banderas a cambio de carguitos o dinero público.

Sólo es necesario un ejercicio de plena memoria y enumerar una serie de hechos irrefutables para ver este proceso de fascistización: espionaje a través del Proyecto X, nombramiento de un carapintada en la Secretaría de Seguridad, nombramiento de un genocida al frente del Ejército y militarización del territorio. Y no son "contradicciones" del gobierno –como intenta explicar su claque-, sino su verdadera esencia que, junto con el aval a las multinacionales Barrick Gold, Chevron y Monsanto desnudan su real pertenencia de clase: la burguesía.

Por eso, muchos que apoyaron al gobierno en las anteriores elecciones y conformaron el heterogéneo 54% mutaron hacia otros vientos y ya que de elegir fascistas se trata se quedaron con los originales. Ahí calzaron Massa y Carrió, uno hijo del partido de los Alsogaray y la otra del radicalismo. Y Massa fue amigote del actual vicepresidente Boudou porque integraban el mismo engendro político. Uno está en la supuesta oposición y el otro oficiando de presidente interino… Dos caras de una misma moneda, pero al decir de Scioli, con supuestos "matices" que nade percibe.

También la derrota trajo aparejado el deterioro en la salud de la presidente, por lo cual el oficialismo se ve envuelto en un nuevo y más grave problema que los arrincona, en caso de que Cristina Fernández de Kirchner no mejore rápidamente como desean: la sucesión presidencial. Acosado por los juicios por corrupción, Boudou, el heredero de Alsogaray en el poder, es un impresentable a tal grado que no sólo es motivo de mofa de todo el espectro político, sino que es resistido adentro del corazón oficialista al punto de que le cancelan actos públicos para no mostrarlo. La otra posible sucesora, la presidente provisional del Senado, Beatriz Rojkes de Alperovich, es la esposa del gobernador feudal de Tucumán, José Alperovich, envuelto como Boudou en varias causas de corrupción. La Sra. Rojkes de Alperovich, a su vez, es socia de su suegro en la mayor empresa distribuidora de Ford y Volkswagen en Tucumán -León Alperovich de Tucumán S.A.- donde controla el 98% de las acciones. Una burguesa como tantas con posibilidades inesperadas. Y en caso de que no fueran ni Boudou ni Rojkes de Alperovich, queda el Presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, con nefastos antecedentes: ex ministro de Carlos Ruckauf durante una de las peores administraciones de la provincia de Buenos Aires y personero del duhaldismo antes de "convertirse" a las filas oficialistas.

Ante este funesto panorama, algunos creen que lo peor que le puede pasar al país es que quedara Boudou, como si su política pudiera ser distinta a la que ya implementara la presidente Fernández de Kirchner, porque hay que recordar que fue la presidente convaleciente quien nombró con el dedo al corrupto guitarrista de rock ucedeísta Boudou como candidato a vicepresidente que la acompañara; quien cerró acuerdos con Chevron, Monsanto y recibió a Peter Munk en la rosada para darle el visto bueno a la Barrick Gold; quien avaló el Proyecto X, impulsó la Ley Antiterrorista, nombró a Milani y a Berni; quien militarizó el país antes de caer enferma. Por esa razón, creemos que cualquiera que siga, en caso de que no se pueda reintegrar a su función, no cambiará NADA. Como TAMPOCO cambiarán NADA los nuevos triunfadores de las PASO y muy probablemente -más que antes- aplastantes triunfadores en las próximas elecciones.

En realidad, cualquier recambio de los partidos burgueses -que abren el libro de pases en los meses previos a cualquier elección-, sabemos que no cambiarán nada en nuestro favor. Ellos se reciclan, una y otra vez, para mantener un sistema que sólo los tiene de beneficiarios y a nosotros como sus víctimas y rehenes. Van pasado de un partido a otro, de un "frente" a otro y los que ayer estaban en el gobierno hoy son sus "opositores". Lousteau, ex ministro de economía que defendió a muerte la Resolución 125 y se enfrentó, entre otros, con Cobos, en esta etapa fue a Mendoza a apoyarlo porque comparten el mismo frente. Pino Solanas que calificó como una "operación infame" el acuerdo con Chevron, comparte lista con Lousteau que defiende dicho acuerdo y que está lejos de ser un ambientalista. El mismo Solanas que antes fue a elecciones con un partido trotskista como el MST, ahora va en las listas de una reaccionaria como Carrió quien, a su vez, en 2007 apoyaba a Macri. Sergio Massa, proveniente de la UCEDÉ, pasó al justicialismo, militó con Barrionuevo, fue ministro nombrado por Cristina y ahora es el principal opositor al gobierno. Humberto Tumini quien fuera oficialista durante el gobierno de Néstor Kirchner se fue alejando hasta aliarse con Pino Solanas para las elecciones anteriores, pero ante el abandono de Solanas quedó sumado a Binner, el candidato santafesino quien suelto de cuerpo declarara hace poco que "los grandes focos de pobreza en Rosario se deben a la llegada de bolivianos, paraguayos, chaqueños y tobas, que llegan a la ciudad en busca de comida"… Parece la política del lavarropas y el camaleón: todos dan vueltas y vueltas y después cambian de colores según la ocasión.

Esto es lo que ofrece el sistema burgués electoral: recambio de figuritas de los candidatos de los partidos burgueses. La burguesía (clase dominante que tiene el poder) no puede resolver nuestros problemas, porque precisamente se mantiene en ese lugar para garantizar no sólo SUS intereses, sino la perpetuación de ellos explotando a la clase a la que pertenecemos los trabajadores. Para nosotros, PARTICIPAR DE LAS ELECCIONES ES LEGITIMAR, justamente, una de las herramientas de dominación de la burguesía: a través del sistema electoral se elige al "menos peor", que siempre será un miembro del sistema burgués, un miembro de la clase dominante dentro de su sistema legal. Por otro lado, dada la relación de fuerzas entre las dos clases (la dominante y la dominada) no tenemos NINGUNA posibilidad de cambiar ese estado de dominación logrando uno o dos escaños en cualquier cámara: estamos a la defensiva como clase, y no a la ofensiva. Las elecciones le mienten a nuestra clase, les proponen un sistema de recambio que termina siendo más de lo mismo con otras caras o nombres. Las leyes son pensadas, aprobadas, dictadas y promulgadas por los partidos burgueses de turno que responden a este sistema perverso.

Ninguno de ellos pensarán por nosotros y los más avanzados apenas si llegarán a tibias reformas. Por esta situación y hasta tanto cambiemos esa relación de fuerzas desfavorable para nosotros como trabajadores, no sólo no vamos a las elecciones como organización, sino que tampoco votamos y convocamos a ir deslegitimando todas la herramientas del estado burgués y convocamos tras la consigna de "NO VOTE, IMPUGNE O ANULE Y LUCHE".

Nuestra convocatoria está marcada por lo que hoy hacen las masas: por un lado, se expresan con más de un 40% del padrón electoral en la abstención, el voto en blanco y/o la impugnación; y, por otro, se manifiestan en luchas populares como la que se está dando en Córdoba contra la instalación de una planta de Monsanto, que tuvo que detener su avance en Malvinas Argentinas por la movilización popular de 10.000 personas y pese a la represión salvaje ordenada por De la Sota; o como la movilización de 40.000 estudiantes y simpatizantes en La Rioja, donde tuvieron que renunciar un rector atornillado en el sillón durante 26 años, la vicerrectora y todos los decanos ante la marea popular más grande que se registre en la historia de esa provincia.

Setiembre nos encontró juntos en la conmemoración de un nuevo aniversario de la desaparición de Julio López, el desaparecido emblemático de la democracia burguesa; en octubre el Che, siempre presente como uno de los referentes revolucionarios latinoamericanos más coherentes del continente, se hizo estandarte y renovó la promesa y la esperanza de un mundo justo. "La revolución es algo que se lleva en el alma, no en la boca para vivir de ella.", dijo alguna vez Ernesto Guevara. En tiempos de camaleones, conversos e impostores, tomar seriamente al Che y homenajearlo entraña una conducta intachable, una completa unidad entre dichos y hechos, un respeto basado no en un ícono estampado en remeras o llaveros, sino especialmente en la elección de vida de un verdadero revolucionario. Muchos vilipendian la figura del Che desde partidos y organizaciones reformistas. Sepan todos ellos que ser guevarista implica, sobre todo, la decisión política y personal de querer hacer la Revolución. Lo demás… es abismo, es falacia. Nuestra tarea, hoy, en momentos de crisis del capitalismo es unir todo lo que el sistema bien ha sabido dispersar y recién entonces estaremos en condiciones de dar la batalla final. Recién entonces. Que así sea.

13/10/2013